Monday, August 15, 2005

La lucha de la Razon y el Sentimiento

LA LUCHA DE LA RAZÓN CONTRA EL SENTIMIENTO, ENTRE LA INTELIGENCIA Y EL DESEO
(Una reflexión personal)



De diferentes maneras y en diversos momentos a lo largo de nuestra vida, nos enfrentamos a decidir entre, hacer lo que la razón nos dice, o lo que mandan los sentimientos. Es una lucha constante que nos hace ser diferentes, -entre otras cosas- a los animales, y es diaria, permanente.

Para comprender un poco lo que la razón nos dice, debemos de tener en cuenta que ésta se ancla a los valores éticos, morales, religiosos o simplemente al sentido común, también debemos considerar que el carácter y la personalidad de cada individuo intervienen de forma importante y, finalmente la inteligencia emocional aporta también lo suyo, ya que como dice Daniel Goleman “Quien controla sus pensamientos controla sus emociones”1

Por otro lado, los sentimientos son todos aquellos deseos o pensamientos que nos dicta el corazón o en ocasiones, las vísceras, es decir, todo aquello que tiene una procedencia irracional, (por lo tanto fuera de la razón) para hacer algo que no tiene ningún sentido lógico. Ya desde la época de los griegos, vemos esa lucha constante, ejemplo de ello nos queda en la obra mitológica de Homero llamada “La Ileada”, cuando de forma totalmente irracional, sin sustento lógico, solo llevado por el enamoramiento del momento, Paris, roba a Elena de Troya, con las consecuencias catastróficas ya conocidas y costando la vida de miles de soldados de ambas partes.

No quiero decir con esto, que no debamos hacer caso a los sentimientos, o que todos nos llevan a consecuencias indeseables, ya que sin ellos no podríamos vivir realmente felices, ¿Cómo vivir y disfrutar de la vida si no conocemos el amor?, ¿Cómo pensar que alguna vez vivimos si nunca experimentamos sentimientos profundos como el amor, la gratitud, la tristeza? o incluso el odio o la ira. Son los sentimientos los que nos dan la fortaleza para vivir felices, los que nos hacen tomar decisiones que nos cambian totalmente, -a veces para bien o para mal- son los que nos empujan a accionar las palancas de la vida que, si lo pensáramos muy bien, no lo haríamos, y así dejaríamos de vivir experiencias inolvidables. Es finalmente, lo que nos permite vivir las mejores realizaciones en nuestra existencia.

Recuerdo en alguna ocasión a un hombre que platicaba de lo difícil que había sido para él y sus amigos haber fundado una Asociación de Beneficencia que ayudaba a niños enfermos de leucemia, y explicaba que para él, el motor que lo había movido a hacerlo, fue el sentimiento de haber visto a su hija morir de esa enfermedad y darse cuenta que al mismo tiempo, había muchos niños que por falta de medicamento no tendrían la oportunidad de curarse, en esa charla, alguien preguntó, ¿si hubieras pensado en ese momento todos los problemas que esto ha significado para ti, lo hubieras hecho? Y el respondió; “Si hubiera hecho a un lado el sentimiento y mi decisión fuese tomada en función de la razón, no lo hubiera hecho”. Pero ahora reflexiono, de haber dejado a un lado el sentimiento en esa ocasión, ¿Qué hubiese pasado con los más de 40 niños que actualmente viven gracias a esa decisión irracional? Así pues, los sentimientos son y serán siempre una parte importante de nuestra vida, misma que nos dan oportunidad de realizar cosas a veces inimaginables y de sentirse vivos en este mundo que de pronto se torna demasiado racional.

El problema de esta lucha, se presenta cuando las decisiones entre el sentir y el pensar tienen una probable consecuencia catastrófica, o al menos, no deseable, o bien, cuando estas pueden lastimar a un tercero. También cuando la lucha entre lo que pensamos y lo que sentimos nos cause dolor, intranquilidad o desánimo. Un ejemplo de ello son los celos irracionales, ¿Cuántas veces una persona se consume por los celos cuando verdaderamente no tiene motivos para hacerlo? y la razón le dice que no debe sentirlos, que no hay motivo real, pero el sentimiento ahí está! diciéndole que desconfíe de aquel ser querido. Otro ejemplo sería, el amor irracional por una persona de la cual no debe o puede enamorarse, y sin embargo, el sentimiento ahí está, pero de nuevo la razón le dice que esa persona no le conviene por tal o cual motivo perfectamente lógico! O la simple decisión entre hacer algo que no está permitido desde el punto de vista moral, ético, religioso o sentido común, -debido a las consecuencias que tendría esta acción- y el deseo seductor de realizarlo.

La depresión, cuando no tiene un origen clínico, suele ser también un ejemplo de esta lucha, ya que por falta de un sentimiento positivo arraigado en nuestros pensamientos, se hace presente una amplia gama de sentimientos negativos, que van desde la desesperanza y el desencanto por la vida, hasta los pensamientos suicidas, aun y cuando esa persona tenga muchos motivos para vivir y luchar. Un ultimo ejemplo sería también el miedo, ya que este, a diferencia del susto, siempre será irracional, pues está anclado a la percepción de lo que “puede suceder” sin que necesariamente sea real. El Dr. Jorge Bucay, menciona respecto al miedo: “El susto entra por la percepción y el miedo por la imaginación”2. Podría analizar otros sentimientos mas como la ira, el odio, la culpa, pero las explicaciones serían similares.


Sin embargo, el reto consiste en saber, cuando sí debemos dejarnos llevar por el sentimiento y cuando por la razón, o finalmente, como en muchos otros aspectos de nuestra vida, el secreto pudiera estar en el sano equilibrio entre ambos. Tendríamos pues que tener siempre en cuenta algunas variables por considerar, estas son:
1. La ganancia, es decir, ¿Qué es lo que puedo obtener y que es lo que puedo perder? Y ser lo mas objetivo posible!
2. Los valores éticos, morales y religiosos, ya que a fin de cuantas vivimos en una sociedad que se rige por valores morales, en una religión que tiene valores bien establecidos, y como parte de la universalidad vivimos valores éticos también definidos, e invariablemente si nuestra decisión es no tomarlos en cuanta, no perdamos de vista que los estaremos violentando con sus posibles consecuencias. Estos valores nos darán siempre un parámetro mas o menos confiable entre lo correcto e incorrecto
3. Las terceras personas sería otro punto a considerar, ya que una decisión que pude lastimar a un tercero es algo que no nos toca a nosotros asumir, y con ello está implícito también no poner en riesgo la integridad del otro. Independientemente de la consecuencia directa que el otro recibe, recordemos que es muy probable que la relación entre ambos pueda ser dañada irreversiblemente por una decisión mal pensada, o mejor dicho, no pensada.
4. El sentido común, este punto está ligado a la madurez de la persona, ya que no se puede pedir el mismo nivel de sentido común a un adolescente, que a una persona adulta, pues las experiencias vividas, aun en “cabeza ajena”, nos darán más herramientas para decidir.
5. La integridad de la persona que asume la decisión, es decir, tomar en cuenta el riesgo que puede costarle a la integridad no solo física, sino también la integridad como un “ser íntegro”
6. Veracidad, ¿Cuánto de lo que estoy sintiendo, pensado o deseando, es real y cuanto es producto de mi imaginación? Ya que en ocasiones después de asumir el riesgo, nos damos cuenta que no era lo que pensábamos, sentíamos o deseábamos.

Pero al fin de cuentas, en nuestra vida habremos tomado decisiones que no hayan cumplido con estos razonamientos y no haber pasado nada indeseable, así que, si queremos plantear esas variables como una conclusión de esto, también deberemos incluir que; en muchas ocasiones el presentimiento, el anhelo, la premonición o el “sexto sentido” suele ser lo único verdaderamente necesario para saber decidir que hacer frente a esta lucha. Por ello, reitero que quizá en verdadero secreto se encuentre en evitar este enfrentamiento, es decir, buscar el equilibrio entre ambos pensamientos, para no convertirnos en unos anarquistas llevados solo por el deseo y el sentimiento, ni tampoco en unas maquinas que todo lo razonen y nos evite vivir con intensidad la vida, y así, no convertir al sentimiento en enemigo de la razón.

Por ultimo, habrá que considerar que este es un análisis “razonado” donde quedan en clara desventaja los sentimientos, habría que tratar de plantearlo “sentimentalmente”, quizá así, la razón no tendría mucha oportunidad.






Referencias:
1 Daniel Goleman La inteligencia emocional. Vergara, 2000
2 Jorge Bucay De la autoestima al egoísmo. Océano, 2003

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