Monday, August 15, 2005

Libertad o Sociedad

LIBERTAD O SOCIEDAD

Por Carlos Aguirre Moreno

Coyoacán, vocablo derivado de la palabra náhuatl Coyohuacan (lugar donde hay coyotes, según la versión más aceptada) y que ha sido considerada como una de las zonas patrimoniales más importantes del Distrito Federal, denominada corazón Cultural de la Ciudad de México, es hoy el fruto del proceso de diversas etapas que le dan las características propias, tanto en el aspecto geográfico, demográfico, urbano arquitectónico, social, económico y cultural(1). Lugar donde que se encuentra el museo de Frida Kahlo, su plaza principal donde podemos encontrar prácticamente de todo en el ámbito bohemio, jóvenes bailando libremente al ritmo de música afro-antillana, puestos de artesanías y colguijes de todo tipo, para gustos excéntricos, esotéricos, rebeldes, artículos para masaje, aceites aromáticos, incienso y un sin fin de personajes característicos del ambiente hippie, donde la anarquía por lo establecido es lo común, dejando de pronto a un lado el concepto mismo, ya que al vivir todos la misma forma de pensar y actuar, éste parece dejar de existir. También es el lugar adecuado para comer o tomar café leyendo algún libro sobre Filosofía o temas afines en cualquiera de los tantos lugares alrededor de la plaza, disfrutar de una buena compañía que comparta por el gusto de la libertad absoluta, donde no hay leyes, ni conceptos morales que cumplir, donde la religiosidad es la que cada uno siente, vive y entiende. Es en pocas palabras, el lugar ideal para quienes desean vivir la vida sin barreras, sin límites, sin vergüenzas, sin valores sujetos al “debe ser”, sin prejuicios, donde no importa el “que dirán” y el amor libre se vive en su máxima expresión, liberados del falso orden social que impone la sociedad en que vivimos los que decidimos ser “normales”.

Todo esto me lleva a pensar que de algún modo, todos los hombres llevamos dentro una parte que nos seduce a vivir como los asiduos visitantes de Coyoacán, y dejar a un lado todas aquellas cosas que nos obligan a cumplir con el orden social establecido, dejar de pensar tan capitalistamente al suponer que la mayor seguridad está en la economía, en la educación de nuestros hijos, en la certidumbre de un trabajo remunerado. Dejar también a un lado la carga moral, que no es otra cosa que valores dictados por la sociedad en que vivimos y, aunque se dice que la ultima regla de moral es la conciencia, al vivir en un sociedad tradicionalista como la nuestra, la conciencia estará siempre contaminada por todo lo que vemos, oímos, vivimos, y nos vemos obligados a dejar a un lado gran parte de las emociones que solemos sentir, ya sea de forma ocasional o recurrente. También nos seduce la idea de vivir el amor libre como lo viven ellos, sin leyes que nos anclen a vivir según lo dicta la Ley del hombre o la ley de Dios, dejar a un lado la idea de la pareja monogámica como único ejemplo de expresión de amor. Y por ultimo, olvidar o mejor dicho, acomodar los valores religiosos a nuestra conveniencia, ya que éstos por momentos se vuelven difíciles de cumplir, con la siempre idea del pecado y el infierno como consecuencia de éste, donde nuestra condenación será sufrir por toda la eternidad las horribles llamas de infierno.

Pero entonces, ¿Por qué la mayoría de los mortales decidimos vivir según el orden social y no de forma anárquica? La respuesta puede estar en lo que podemos encontrar al final de nuestra vida, ya que estos pensamientos seductores son mas comunes cuando entramos en la adolescencia, y sobre todo, en la primera juventud, es en esa edad cuando creemos tener una larga vida por delante y la capacidad de comernos al mundo entero, es cuando nos revelamos a todo orden social, y por supuesto, al yugo familiar, sin medir consecuencias a largo plazo, ya que, ese plazo es tan lejano que percibimos que nunca llegará. Así que después de vivir un poco la cruda realidad y empezamos a planear nuestro futuro, vemos que la única y verdadera seguridad para el resto de nuestra vida está precisamente en vivir de manera ordenada, ya que viendo las cosas con frialdad, esa vida anárquica nos llevará, entre otras cosas, a la soledad, al desamparo y esto constituye una aberración a las necesidades del ser humano, porque ¿Quién estará a mi lado cuando enferme? ¿Quién me acompañará cuando viejo, si decidí no tener pareja formal el resto de mi vida? ¿Qué tipo de hijos procree si con mi ejemplo los hice igual a mí? ¿Me sentiré orgulloso de ellos como pago de mi existencia por este mundo? ¿Me sentiré razonablemente orgulloso de mi forma de vivir? Quizá tenga mucha experiencia en el campo del amor, de la amistad, haya vivido cosas, y aprendido conceptos filosóficos que muchos hombres jamás vivieron, pero ¿Ahora de que me sirve esta experiencia?

La decisión está en saber elegir, poner en practica ese Don que Dios nos dio al darnos el libre albedrío y escoger que es lo que queremos, y cual será la factura que debemos pagar por nuestra elección, ya que en cualquiera de las dos opciones siempre habrá un precio. Es decir, si elegimos vivir de manera poco normal, dejando a un lado todo orden establecido, podremos disfrutar de la vida de manera intensa y con absoluta libertad, sin dar cuentas a nadie de lo que hacemos y sin que nadie nos de cuantas a nosotros, en este caso, el precio será nuestra soledad y poca trascendencia por este mundo, aunque claro, la vida la disfrutamos a plenitud durante la juventud. Por el contrario, si decidimos hacer y vivir según todo el orden social, de forma normal, como cualquier mortal vive, nuestro precio será tener que vivir según lo dicta la sociedad, y reprimiendo nuestras emociones que se presenten en ese sentido, aunque sean de forma ocasional, y conformándonos con asistir casualmente a Coyoacán u otros lugares parecidos, y ver con cierto aire de envidia la forma de vivir de ellos. De igual modo, también en esta elección hay una ganancia, pues nuestra vida estará tranquila, tendremos la certidumbre que nos brinda el orden, las leyes y además, tendremos la seguridad de que alguien nos acompañará hasta la muerte, disfrutando y realizándonos también de los frutos que la vida nos otorgue, y sabiéndonos felices de que, al menos con nuestros hijos, habremos trascendido en la vida.

Así que, finalmente la diferencia estará en nuestra decisión, ¿Qué es lo que nos gustaría disfrutar? ¿La Libertad o La Sociedad?




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